miércoles, 24 de junio de 2009

Valoración de Rousseau del proyecto de paz supraestatal propuesto por abad de Saint Pierre

Siendo el Proyecto de Paz Perpetua “por su objeto el más digno de ocupar un hombre de bien”, el abate Saint-Pierre, pese a la imposibilidad de su éxito, prosiguió con “la mayor obstinación”, “con celo misionero” pese al “ridículo al que se ponía todos los días y los disgustos que sufrió constantemente”, dice Rousseau.

Hasta que una señora mecenas paga al lumbrera de Rousseau para que haga el resumen de la encomiable propuesta y de cuenta razonada y a toro pasado de los motivos de su fracaso en ser llevada a la práctica. Y éste es su propio comentario y su posición al respecto de la paz:

Afirma Rousseau, que, en efecto, las ventajas que implica la propuesta son “inmensas, claras, incontestables; no hay nada más sólido ni más exacto que los razonamientos con los que las expone su autor. Realizar su república por un solo día es asentarla para que dure eternamente, puesto que cada cual encontraría por experiencia su beneficio particular en el bien común. Sin embargo, los mismos príncipes que la defenderían con todas sus fuerzas si existiese, se oponen ahora a realizarla e impedirán sin duda tanto que se establezca como que se extienda”.

“Comencemos por examinar las dificultades que ponen los que no juzgan las razones por la razón, sino solo por los acontecimientos, y que no tienen más objeción contra este proyecto que el que no se haya realizado. En efecto, dirán, si esas ventajas son tan reales, ¿Por qué los soberanos no las han adoptado?”

Para dar razón de la ineficacia de la propuesta de paz razonable y de su fracaso en ser llevada a cabo, Rousseau distingue entre el “interés real y el aparente; el primero se encontraría en la paz perpetua, mientras que el segundo en la independencia total. Los reyes, o quienes ocupan sus funciones solo se ocupan de dos objetivos: extender su dominio hacia el exterior y hacerlo más absoluto en el interior. Toda otra meta, se orienta a una de aquellas dos, o únicamente la sirve de pretexto”.

Esto es decir: que los soberanos no tienen libertad para elegir sus propósitos, estos propósitos están ya dados, son consustanciales al hecho de ser soberanos (aquí tiene que dar igual realmente si el soberano es un rey o el pueblo), por este motivo no les está dado plantearse la Confederación por la paz, a no ser que les convenga políticamente pero no de una manera 'auténtica o sinceramente' sino que ha de servir de alguna manera a esos propósitos dados, que esté subordinado a éllos.

Señala Rousseau que acontece repetidamente en la historia que, en efecto, algún soberano pueda proponer este tipo de unión o asociación como medio generalmente para poder hacer frente a la hegemonía de otro. Y así describe la campaña llevada a cabo por Enrique IV por la paz en Europa, cuyo sujeto sería la Comunidad Cristiana, con el objeto verdadero, o interés objetivo de hacer frente al predominio de la Casa de Austria. Y, de igual manera, podemos decir que la UE tiene sentido solo una vez que los países europeos han perdido la hegemonía sobre el mundo y entienden que los fines dados de la soberanía se consiguen más adecuadamente con semejante Confederación, la UE, así como la ONU tiene su razón de ser y funciona solo tanto le da servicio al hegemón, etc. Aprovecho para señalar ya aquí que sería importante que se pudiera decir/publicar la verdad, opuesta a la corrección política, sobre todo ahora que tenemos la verdad identificada. Ese, quizás, sea el tema de Kant precisamente en su Hacia la Paz Perpetua que veremos más adelante.




Rousseau señala ya, sin embargo, en el primer párrafo de su investigación, arriba citado, que la razonable propuesta del Abad de Saint Pierre no tiene viabilidad debido a que el ser humano no se rige por la razón sino por las pasiones, y son esas pasiones de los poderosos las que impiden que esa razonable propuesta se lleve a cabo. Por ese motivo, Kant, que se basa en Rousseau, pretenderá superar ese obstáculo basando la Confederación en estados con gobiernos republicanos, aquellos en los que no se da un gobierno despótico, sino en los que el poder emana del pueblo.

No nos vamos a andar ya más por las ramas con esta introducción; la explicación de la imposibilidad de que la propuesta de paz del abad de Saint Pierre se lleve a la práctica es la existencia del arma, y así del hecho de que los estados, los sujetos de ese acuerdo, son realmente las unidades armadas que es la forma en que se dan las armas y, por tanto son las armas reales mismas y por ese motivo no les es viable esa confederación pues, como nos ha señalado Rousseau, su(s) objetivo(s) les está dado en su ser -como objetos que son- a diferencia de las personas -que somos libres (algo indefinible).

La condición de arma de los estados les determina a que en caso de unirse, ya sea violentamente, o por matrimonio de los monarcas, etc. hayan de adoptar la forma de una nueva arma, ahora más grande, como viene sucediendo permanentemente en la historia -lo mismo que si los estados surgen, se independizan es a la base ineludible de dar lugar a una nueva arma en el mundo -tal como sucede ahora con Palestina si se constituye en estado.

Es esa misma condición de arma de los estados lo que implica y requiere, por igual en todos los estados, incluidos los democráticos, una estructura jerárquica (finalmente militar). Pero Rousseau advierte/intuye que en el caso de que se uniesen en una confederación de PAZ, el estado perdería su esencia, se disolvería, pues, si existe en paz, ¿qué sentido tiene? ¿cómo se justifica? ¿cómo proseguir con la desigualdad, la jerarquía, etc.? Por ello Rousseau continua el párrafo citado anteriormente en estos términos: “Cuando uno piensa en esas dos máximas fundamentales (los dos objetivos del estado, el externo -extender su poder- y el interno -hacerlo más absoluto-), ¿cómo pueden recibir los príncipes una proposición que choca directamente con una y que no favorece a la otra, pues mediante la Dieta el gobierno de cada estado no estaría menos fijado que sus límites, de modo que no se podría garantizar a los príncipes contra la revuelta de sus súbditos sin garantizar al mismo tiempo a los súbditos contra la tiranía de sus príncipes, ya que de otro modo no podría subsistir la institución? ¿Me pregunto si habrá un solo soberano que, limitado para siempre en sus proyectos más queridos, soportase sin indignación la sola idea de verse forzado a ser justo, no solo con los extranjeros, sino incluso con sus propios súbditos?”

Rousseau intuye las características del estado o de la soberanía, realmente de la unidad armada, y su excelente percepción se ve confirmada en otros escritos cuando afirma que “la causa de la guerra, que puede tener muchos motivos puntuales, es (la existencia) de la soberanía”, sin embargo su percepción es sesgada, pues para él la causa final de la discordia, del "estado guerra" es la "pasión" frente a la razón, que domina a los hombres (quizás carecía de otra alternativa en su “manera de pensar”). Por eso se mantiene en esa ambiguedad cuando añade: “¿Cómo podría el soberano soportar sin indignación la sola idea de verse forzado a ser justo no solo con los extranjeros sino con sus propios súbditos?”. “Es fácil entender que la guerra, por un lado, y el despotismo, por otro, se potencian mutuamente” “En definitiva, puede darse por sentado que los príncipes conquistadores, al menos, hacen tanto la guerra a sus súbditos como a sus enemigos”. “En cuanto a los contenciosos, ¿puede esperarse que se vayan a someter a un tribunal superior aquellos que se vanaglorian de que su poder es fruto de la espada”. En cuanto a las ganancias económicas, las desprecia, pues quiere mandar para enriquecerse y enriquecerse para mandar, porque para ser el amo de los hombres y de las cosas hace falta tener conjuntamente el mando y el dinero. “Hay que añadir finalmente que las grandes ventajas que resultarían para el comercio de la paz general y perpetua, aunque ciertas e incontestables, al ser comunes para todos no serían reales para nadie, dado que tales ventajas no se sienten más que por sus diferencias y que para aumentar su poder relativo no debe perseguir más que bienes exclusivos[1]

Finaliza Rousseau diciendo: Visto lo anterior, “ninguna federación podrá ser establecida excepto por una revolución. Como eso es así, quien de nosotros se atrevería a decir si la Liga de Europa es algo que deba ser deseado o temido? Quizás haría más daño en un momento que el que podría evitarnos por generaciones”.

Insiste con ello en su percepción de la primacía de la pasión arrebatadora, sin comprender que aquellos que mandan; príncipes, ministros, altos funcionarios, los caballeros, en fin, actúan por honor, por el que arriesgan su vida, por deber, por el que dolorosamente entregan su libertad, de la misma manera que los empresarios, los capataces generalmente necesitan alienarse de su condición humana y se ven forzados a explotar a sus semejantes para obtener un mayor rendimiento (creandose un malísimo karma).

Y de la misma manera no es verdad que amemos el dinero por encima de todas las cosas tal como pensamos según la ideología oficial; la realidad es que todos estamos forzados a querer ser ricos….



[1] Rousseau continua hasta el final con la personalización: ”Los ministros necesitan la guerra para hacerse indispensables, para poner al príncipe en un apuro del que no pueda salir sin ellos y para hacer perecer el estado si es preciso, antes que su puesto; ellos la necesitan para humillar al pueblo so pretexto de necesidades públicas; la necesitan para colocar a sus deudos, para ganar en los mercados y hacer en secreto mil odiosos monopolios….., perderían todas esas posibilidades con la paz perpetua y el pueblo no deja de preguntar; ¿porqué si el proyecto es posible no lo han adoptado?. No ve que lo único imposible en ese proyecto es que sea adoptado por ellos. ¿Qué harán para oponerse al mismo? Lo que siempre han hecho: ponerlo en ridículo”

Rousseau está adjudicando a las personas concretas, personalizando, algo que no depende de la persona; la prueba es que cuando el pueblo es soberano tampoco puede adaptar ese proyecto de paz por los motivos antedichos, ya que las preguntas que el estado hace a sus soberanos no incluyen su posible liberación, en las elecciones solo pregunta quien va a dirigir esa unidad armada pero el objetivo de esa unidad armada está dado -como señalaba Rousseau. Al pueblo se le consulta para que decida a quien elige como su representante, como su jefe, como su líder por ser más apto para la tarea, pero no se le pregunta, ni a él ni a otro soberano que fuera, por la tarea, ni se le puede preguntar por ella.

Rousseau luego sería perseguido, a lo que vemos ‘justamente‘, por acusar especulativamente. Por otra parte, se dice de él que se volvió neurótico y que sufría complejo de persecución. El hecho es que tuvo que huir del continente y se refugió en casa de Hume en Inglaterra y éste, se cuenta, que, en efecto, lo tuvo prácticamente que echar debido a su insoportable desequilibrio psicológico.

Kant, por su parte, conocía bien la obra e historia de Rousseau, y, por él, muy seguramente, el proyecto del abad de Saint-Pierre y no son, por tanto, extrañas las escépticas y descorazonadas palabras que introducen su tratadito al referirse a la paz perpetua de los cementerios. Kant asume el proyecto del abad y se agarra, frente a éste y Rousseau, a la condición de repúblicas de los estados a confederarse con lo que pretende salvar el obstáculo que presenta Rousseau que, como hemos visto, liga falsamente al despotismo.

sábado, 20 de junio de 2009

Resumen de Rousseau del proyecto de paz del Abad de Saint Pierre

Resumen y exposición de Rousseau del Proyecto del Paz Perpetua del Abad de Saint Pierre

“Si, como se pretende, el orden social fuera obra de la razón más bien que de las pasiones, ¿no resulta extraño que se haya tardado tanto en ver lo poco que se hace por nuestra felicidad¸ que viviendo cada uno de nosotros en el estado civil con nuestros conciudadanos y en el estado de naturaleza con el resto del mundo, no hayamos evitado las guerras particulares más que para encender las generales, que son mil veces más terribles; y que al unirnos con algunos hombres nos convirtamos realmente en enemigos del género humano?

Que contradicción entre “nuestros bellos discursos y nuestro horrible proceder, tanta humanidad en las máximas y crueldad en las acciones, una religión tan dulce y una intolerancia tan sanguinaria, una política tan sabia en los libros y tan dura en la práctica, unos jefes tan bienhechores y unos pueblos tan miserables”; “en ello las cosas no hacen más que seguir su curso natural. Toda sociedad sin leyes o sin jefes, toda unión formada o mantenida por el azar debe degenerar en querella y disensión en cuanto cambia una circunstancia”. “Convengamos, pues, que el estado relativo de las potencias es propiamente un estado de guerra y en que todos los tratados parciales entre cualquiera de las potencias son más bien treguas pasajeras porque tales tratados no tienen garantía”, “lo único que puede hacerse es decidir tales asuntos por vía de las armas.”

Si hay algún modo de evitar esas peligrosas contradicciones éste no puede ser otro que un gobierno de forma confederativa, el cual, al unir los pueblos por lazos semejantes a los que unen a los individuos, somete igualmente a unos y a otros a la autoridad de las leyes”.

De modo que la confederación se firmaría bajo los siguientes artículos:

1. Los soberanos establecen una alianza perpetua e irrevocable y nombrarán plenipotenciarios que en congreso permanente regularán y decidirán por vía de arbitraje todas las diferencias entre las partes

2. Se especificará el número de soberanos, el orden, tiempo y manera en que la presidencia pasará de unos a otros por intervalos iguales y la cuota relativa de las contribuciones y el modo de recaudarla para sufragar gastos.

3. La confederación garantizará a cada uno de sus miembros lo que posee actualmente

4. Se especificarán los casos en que todo aliado infractor será expulsado, a saber, si rehúye ejecutar los dictámenes de la alianza

5. Los plenipotenciarios tendrán capacidad de decidir en el congreso por mayoría simple y tres cuartas siguiendo las instrucciones de sus Cortes los reglamentos que juzguen importantes, pero no podrá cambiarse nada de los cinco artículos fundamentales.

Y enumera a continuación las ventajas y los inconvenientes que plantea semejante tratado para concluir en que, sin duda alguna, las miles de ventajas que produce son inmensamente mayores que los nimios y momentáneos inconveniente que pudiera provocar, relativos estos inconvenientes, sobre todo, a esperanzas de algunos estados de aumentar su actual dominio o de otros de recuperar alguna parte perdida del suyo en un conflicto anterior. Es tan obvio realmente, pues los mismos príncipes son los que más aseguran realmente su posición y dinastía, que el abad y Rousseau y un servidor concluimos “Si, pese a todo, este proyecto no llega a ser ejecutado, ello no se debe a que sea quimérico, sino a que los hombres son insensatos y que es una especie de demencia ser sabio en medio de locos”[1].

[1] En efecto, esta propuesta y esta pequeña pero significativa historia de la desilusión del abad de Saint Pierre me parece de tal relevancia que toda la historia de la filosofía desde Platón hasta Heidegger a su lado se me antoja una nimiedad sin apenas interés. La cuestión que se dispone a dilucidar ahora Rousseau me parece la pregunta capital de la humanidad y si Platón hizo escribir en el frontispicio de la Academia “No entre aquí quien no sepa geometría”, debiera ponerse a la puerta de toda escuela “No entre aquí quien no tenga interés en dar respuesta al caso del Proyecto del abad de Saint Pierre”. En efecto, cuando se hace una propuesta de paz razonable como esta, -“paz, sin la que no puede haber bien alguno”, como afirma categóricamente Cervantes- que ni se lleva a la práctica ni obtiene refutación racional, ni siquiera respuesta, ni es posible que la obtenga, sino tan solo silencio y, quizás, desprecio, toda otra doctrina, teoría, publicación, propuesta, que, lógicamente, ha de basarse en la razón, en el sentido común, me parece simplemente propaganda insensata, incluso, miserable, producto de intereses espurios, partidistas y, finalmente, absurdos.

De hecho, supongo que, en realidad, la filosofía continental resulta muy desalentada por esta “experiencia” del fracaso de la razón y desde esta época de la Ilustración pone rumbo al irracionalismo e in-humanismo.

LA PAZ Y LA PUBLICIDAD

Inicio este blog con objeto de que quien lo desee pueda seguir con más tiempo y tranquilidad una serie de argumentaciones al respecto de la paz según se plantea en http://www.whiteflag.info/ a socaire del resumen y comentario que hace Rousseau al proyecto de paz del Abad de Saint Pierre y luego continuaremos con la Paz Perpetua de Kant.

No tengo duda que es este un asunto que nos concierne a todos, el hecho mismo de tratarlo y tener interés en él nos va a ayudar mucho a darnos la respuesta pues enseguida vamos a comprender que la visión del mundo que nos ofrecen los estados desde su particularidad, ámbito en el que estamos cada una de las personas del mundo, impide ya de entrada abordar este asunto del MAXIMO INTERÉS, pues "sin paz no puede haber bien alguno", tal como lo pone, en su justa expresión, como siempre, Cervantes. Asímismo os animo a que participeis en el apartado COMENTARIOS.

Gracias.

Saludos cordiales.

Manuel